sábado, 18 de julio de 2009

“Monastrell – Mourvèdre”


Los franceses la llaman mourvédre; los australianos y californianos, Mataró, y los españoles, Monastrell, lo que resulta extraño, ya que el origen de la uva se encuentra en España, o bien cerca de Murviedro, en Valencia, o bien cerca de Mataró, en Cataluña. Quizás el orgullo local hizo que ambas zonas reclamaran la uva con tanto ardor que se eligió el nombre de Monastrell para no ofender a nadie. Bueno, sólo en España se utiliza este nombre y, la verdad, el de Mourvèdre tiene mucho más prestigio fuera de su lugar de origen. En España constituye la clave de muchos tintos del sur de Madrid, a los que aporta un grado elevado de alcohol y muchos taninos, pero sin aportar demasiada distinción. Los viticultores de la zona empiezan a comprender que deben ajustar mejor el momento de la vendimia y desde hace poco se observa una mejora en el aroma frutal, lo que inyecta una muy necesaria vida en lo que ha sido una parte olvidada de la España vinícola.

No obstante, la Mourvèdre es más conocida por su nombre francés. Se trata mucho más de una uva del sur, ya que no madura al norte de Châteauneuf-du-Pape, e incluso ni allí se desarrolla apropiadamente en los años fríos. Pero en Bandol, en la costa mediterránea, con una temperatura de 5º C superior, produce grandes y pesados vinos que, sin embargo, no carecen de finura.

Para ser justos, la Mourvèdre es una uva muy delicada: necesita emplazamientos cálidos, de orientación sur, pero un suelo arcilloso, frío y poco profundo para frenar su vigor. Los viticultores deben conseguir un mínimo de 13% de alcohol, ya que de otra manera simplemente carece de aroma. La vendimia tiene que realizarse dentro de un estrecho margen de tiempo, cuando la uva ya tiene cuerpo y un carácter afrutado, pero antes de que se marchite demasiado.

En la bodega y en la botella también hace gala de su idiosincrasia. Es muy cambiante, con lo que son más las veces que presenta un distintivo olor a corral que las menos. Esto siginifica que es una compañera sorprendentemente buena para la exuberante gordura de la Garnacha, que tiene tendencia a la oxidación y se beneficia de los aromas más bien cárnicos de la Mourvèdre. Si cuenta con algún aroma frutal es de casis y, generalmente, no se trata más que de una aspereza herbácea. Esto comporta que sea fácil pensar que un monastrell joven es imperfecto, pero tras una edad media con aroma de corral todavía más marcado, suele resurgir con una madurez rica y de cuero, pasados cinco años o más.

Hace sólo poco tiempo que en California y Australia se ha empezado a tomar en serio la Mataró/Mourvèdre. En estos países existen muchas viejas vides en vaso que producen tintos oscuros, herbáceos y ricos, pero rústicos, que son una pequeña parte con la que empezar, pero que envejecen bien y aportan firmeza y músculo a muchas mezclas tintas.

EL SABOR DE LA MONASTRELL

El monastrell joven, de baja productividad, tiene una combinación completamente salvaje de ásperas hierbas de las laderas en lugar de un toque de corral y, si se tiene suerte, aromas de casis y arándanos. Es de estilo sólido, con alcohol y taninos elevados. La mayor parte se mezcla, con frecuencia, con otras uvas del sur de Francia como la Garnacha y la Syrah. Mezclado o no, el monastrell aportará siempre una rudeza de corral y algo herbácea durante unos pocos años, antes de desarrollar aromas de cuero, pan de jengibre y caza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario